Hoy decidí ...

De amor y otros menjurjes surge como un proyecto que una hermana de camino me insistió; era momento de empezar. Tal vez yo no sea alguien conocido o alguien de quien hayan oído hablar, soy simplemente una persona con la intención de compartir inquietudes y aprendizajes que me han funcionado y  me han ayudado a lo largo de todos estos años como madre, esposa, ingeniero, maestra y sobre todo, mujer.
Desde pequeña he sentido la inquietud de escribir; entre otras cosas, he escrito cuentos para niños, poemas y acrósticos. Los escribí especialmente para mi familia o algún amigo(a); sin embargo, ahora que tengo la oportunidad de compartir lo que escribo con más personas, la sola idea me aterra y las dudas de si leerán o si les gustará lo que escribo, me da vueltas en la cabeza conforme estoy escribiendo estas líneas.
Desde que el hombre empezó a comunicarse hace unos 2 millones de años, era capaz de transmitir información de forma rudimentaria pero eficaz, y desde ese momento y, sobre todo, desde que somos pequeños, estamos aprendido y estamos dándole forma a nuestras propias creencias, programaciones, valores y demás. Nos vamos llenando de ideas, creencias y programaciones que nos funcionan y nos hacen crecer, pero también de muchas que no lo hacen.
Tendemos a generalizar nuestras experiencias del pasado interpretándolas como placenteras o dolorosas y de ahí creamos nuestra realidad y nuestra manera de vivir la vida. Nuestros padres son nuestros primeros maestros, le siguen los hermanos, amigos, maestros, tíos, etc. Aprendemos de ellos no solamente por lo que nos dicen o como nos lo dicen, sino más que nada con su ejemplo, por sus acciones. Y para muestra basta un botón: un día caminando con mi pequeña nieta, pasaron cerca de nosotras otras dos pequeñas niñas, de repente, una de ellas empezó a gritar porque había una pequeña abeja volando cerca de ellas. Inmediatamente, la otra chiquilla empezó a gritar también y las dos se fueron corriendo despavoridas. Mi nieta era pequeña y asombrada, se limitó a observar la escena preguntándome la razón de los gritos y  la corredera. Yo le contesté que había una abeja volando por ahí, a la cual las niñas le tenían miedo y que por eso habían gritado y corrido. Sin más, nos olvidamos de la historia, bueno, al menos eso pensé yo. Pasado el tiempo, íbamos caminando de nuevo por el jardín cuando llegó volando un par de abejas a posarse en las plantas, mi nieta empezó a gritar y a querer salir corriendo como loca, al igual que lo habían hecho aquellas dos chiquillas. Calmadamente y sin mostrar miedo, la tranquilicé diciéndole que las abejas eran sus amigas y que ellas le tenían más miedo a ella que ella a ellas y que lo más seguro era que las niñas que había visto correr y gritar aquel día por estar cerca de una, habían aprendido a temerlas porque alguien que ellas conocían bien, también les tenía miedo y  cada vez que veía alguna, gritaba y corría al igual que ellas lo hicieron en aquella ocasión, lo habían aprendido muy bien. Felizmente mi nieta se tranquilizó y desde entonces ha podido estar en el jardín, tranquila y sin gritos,  aun cuando haya una abeja volando por ahí.
Esta pequeña anécdota me hizo reflexionar sobre la manera en como aprendemos a comportarnos ante la vida y a crear nuestra realidad, al igual que mi nieta cuando vio por primera vez a alguien más  comportarse ante las abejas, las que nunca le habían picado, pero a las que les tuvo miedo solo por imitación y sin saber en realidad porqué.  Stephen Hawking, genio de la astro-física, sabiamente dijo: “Incluso la gente que afirma que no podemos hacer nada para cambiar nuestro destino, mira antes de cruzar la calle”. Entonces… ¿podemos cambiar algo en nuestras vidas? Yo creo que sí, porque tal vez seguir teniéndole miedo a las abejas no me sirve más.                                                                   Hoy decidí que era momento de hacer algo diferente y aquí estoy.

Que tengan un feliz día, espero sus comentarios. ¡Tlazocamati!

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